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"“Lo que ves tiene sentido porque puede conducir a lo que no ves”: Luis Felipe Ortega.

Ricardo Pineda
El País
23 DE MAYO 2022
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Dentro de la vasta posibilidad de vinculaciones, diálogos y reflexiones que permite el arte contemporáneo entre el artista y el espectador frente a los temas recurrentes del mundo, aspectos como la ausencia temática, la ambigüedad que permite la idea de cercanía o lejanía, así como la presencia constante de las reflexiones escritas conforman buena parte del corpus en el trabajo del artista plástico Luis Felipe Ortega (Ciudad de México, 1966).

Perteneciente a la generación de artistas como Daniel Guzmán, Laureana Toledo, Damián Ortega y Gabriel Kuri, entre otros, la formación filosófica y el interés por las posibilidades que brinda la palabra escrita han permitido un grado distintivo de permeabilidad y consistencia en la obra de Luis Felipe Ortega, quien por más de tres décadas ha echado mano del video, el sonido, el dibujo, la instalación o el emplazamiento escultórico para detonar diversos diálogos y reflexiones, lo suficientemente amplios como para trastocar y cuestionar la existencia del ser humano frente a su tiempo y espacio.

Un recorrido a través de un túnel con un piso tapizado de vidrios rotos (La verdad habita en el fondo del túnel, 2010), una exploración que devela con violencia el tejido entre arquitectura y espacio acuático (Possessing Nature, en mancuerna con la artista Tania Candiani para la Bienal de Venecia de 2015), o una sala entera llena de líneas trazadas a mano (Horizonte invertido, grafito sobre yeso, 2010-2020) dan cuenta de las preocupaciones del artista sobre ámbitos nodales en torno a filosofía, la política y la historia, así como la estética o la moral.

No obstante, para Ortega el arte contemporáneo, -inmerso en una dinámica sistematizada de consumo y de explicación temática- ha perdido en buena medida la posibilidad del fracaso abierto y la desorientación, constantes en el trabajo del autor de obras como Altamura (video filmado en la isla de Sonora del mismo nombre, con fragmentos de audio de Pier Paolo Pasolini, Truman Capote, William Burroughs, Louis Ferdinand Céline, entre otros. 2016) o Doble exposición expandida (intervención de imágenes de un catálogo de los artistas Peter Fischli y David Weiss, 2012).

“Mucha gente prefiere que le digan ‘se trata de esto, esta expo trata de esto, tiene tema’. El 90% de las exposiciones de arte contemporáneo son temáticas; mi obra no es así. Entonces el visitante se pregunta ‘¿de qué se trata?, ¿cuál es el tema? Ah, es una expo de arte y maternidad…’, ahí hay una cosa clara y la gente decide ir o no. Yo no. Ahora, qué pasa si tú no lo estás planteando, evidentemente la gente va a vivir una especie de desasosiego, de incertidumbre. Suele creerse que el arte es un asunto de orientación, pero el arte también tiene la función de desorientar, y mucho de lo que hago tiene la finalidad de desorientar el terreno cotidiano, por eso pienso que Passolini es uno de los poetas, pensadores, cineastas más vigentes, porque mucho de su trabajo tenía que ver con esa desorientación, que partía de una dimensión poética y derivaba en una dimensión política”, subraya Luis Felipe Ortega en exclusiva para El País.

Ver lo que no está

Una de las persistencias en el trabajo de Ortega, el horizonte, viene a colación sobre los efectos y experiencias que detona el arte contemporáneo en el individuo que se enfrenta a sus piezas, misma que el artista considera puede lograr su forma completa cuando existe una voluntad activa del espectador por “dejarse afectar por la pieza”, en aras también de recuperar lo que él llama la “extrañeza” o “afectación” ante el mundo, parte de una búsqueda y reflexión que Luis Felipe Ortega ha venido decantando de forma más clara durante las últimas dos décadas de trabajo.

El artista reflexiona al respecto: “El horizonte es una especie de juego de cómo te lo planteas, desde lo que ves hacia lo que no ves. Y por eso es tan longeva la historia y problemática en torno al horizonte. A mí es algo que me interesa en particular, y que he venido intuyendo, enfrentando y confrontando en distintos momentos. Y es que como pasa con el horizonte, conforme se va moviendo o alejando, entre más te acercas más te alejas también. Yo creo que es un sentido que tiene el arte en general y el arte contemporáneo en particular, o que a mí me interesa de forma puntual, que es: lo que ves sólo tiene sentido porque te puede conducir hacia lo que no ves. Y ahí entra un plano que no es metafísico y se detona a partir de la experiencia en el lugar, con relación a la pieza, que está apelando como el horizonte, a una movilidad tanto física como mental. Si tú te quieres quedar en el plano que ves o quieres ver, pues no te mueves y no caminas. Por eso los procesos matéricos acaban siendo tan complejos, porque te va a permitir distintos modelos de movilidad, para que entonces puedas intuir que había algo que no está del todo predeterminado para que lo puedas consumir, sino que tú lo tienes que producir”.

Ortega considera que la extrañeza o afectación, las cuales considera vitales para reflexionar y empujar nuevas ideas, tiene que haber tanto una atención como necesidad por tener una experiencia.

“(...) Porque tú puedes intuir que hay algo ahí que no sabes exactamente qué es. Hay una extrañeza. Yo pensaría que los museos dan cabida a que esta posibilidad de extrañeza demande una atención de un público que está pasando por ahí, que está como desfasada de una velocidad productiva contemporánea, que te lleve a preguntar ‘por qué alguien en pleno 2022, en lugar de producir algo en media hora, puede pasar medio año haciéndolo’, y que además no sepas si va a funcionar del todo. Cierto, haces pruebas y confías pero en el fondo no hay nada que nos diga eso: que va a funcionar u operar en el mundo de consumo de hoy. Y llegas a un museo y dices ‘a ver esta pieza, ¿la llevaron a producir y ya está?’, o hay gente que dice (sobre Horizonte invertido, por ejemplo) ‘cómo, no está impreso?, ¿no es papel tapiz?’... Y yo creo que eso es muchísimo para alguien que piensa que todo opera así en el mundo contemporáneo, que todo es como mandar una imagen más a instagram. Entonces, si el arte no se desfasa mínimamente de eso, está inmerso en ello también”, concluye el artista.