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La casa-estudio...

Daniel Montero
La Tempestad, No. 87
Noviembre - diciembre, 2012
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La casa-estudio de Luis Felipe Ortega, en la colonia Narvarte de la ciudad de México, revela el modo en que el artista concibe la relación entre vida y creación, lo que permite entender diversos aspectos de su trabajo.

En el trabajo de Luis Felipe Ortega (México D.F., 1966) el significado de la palabra estudio es complejo: al tiempo que comprende la especificidad de un lugar, lo transciende para situarse en el estudio de sus circunstancias artísticas. En ese sentido, el término comienzo a funcionar desde la multiplicidad de acepciones que constituyen, asimismo, la totalidad de su trabajo. Como es claro, el estudio es el lugar en donde un artista produce obra, pero en el caso de Ortega el estudio es también su casa, así que para poder ver el modo en que trabaja hay que entrar en un espacio vital y constatar que toda la actividad artística tiene lugar allí. Cuando pregunto a Ortega por qué mantiene el estudio en su vivienda, la respuesta es clara: “No puedo entender mi producción artística desligada de mi vida, así que deben tener lugar en el mismo espacio. No hay separación. Los espacios de la casa son los espacios habituales.” Esa respuesta adquiere sentido en ese lugar de la calle Vértiz, en la colonia Narvarte de la ciudad de México.

Al entrar en la casa-estudio de Ortega se entiende perfectamente por qué no desea tener un lugar separado para trabajar: el departamento está lleno de vida, como es de suponer, pero también de aspectos que tienen que ver con la creación y el pensamiento del arte. Allí uno es atendido con un café o con una cerveza mientras se habla de las bondades culinarias de la colonia, rodeado por bocetos de obras, trabajos terminados y objetos para proyectos artísticos, como las atarrayas que cuelgan del techo o yacen en el piso, parte de una propuesta para el Museo Nacional de Arte: “Actualmente trabajo en una intervención que realizaré en el MUNAL, aquí, en la ciudad. Es un edificio pesado en todos los sentidos, por su historia, por lo que actualmente significa. Decidí trabajar con atarrayas, esos objetos que los propios pescadores fabrican, de los cuales depende su oficio. Sin duda, entre los objetos con los que un artista puede trabajar, éste es uno de los más ligeros, de los más suaves, de los más transparentes.”

Casi todas las habitaciones de la casa están llenas de cosas que han servido o que pueden servir para la realización de una pieza en el futuro, y eso tiene una explicación concreta: “La producción de las piezas es parte de la cotidianidad, así que se plantea una relación íntima con lo que se produce para poder tomar decisiones acerca de lo que me interesa, de cómo se puede concretar más adelante.” La experiencia misma de hablar con Ortega es gratificante, porque siempre hay asuntos que tratar, desde gustos personales hasta problemas filosóficos complejos, pasando por las nada triviales conversaciones sobre el mejor lugar para comer ceviche o tomar un mezcal. Allí es donde empieza la plática que tiene que ver con el arte, que, como es obvio, no es sólo hablar de la producción de obras.

El espacio del estudio es entonces arquitectura pero es más que eso, funciona más bien como un detonador de convivencias múltiples, porque muchas de las obras que comienzan a ejecutarse en este lugar adquieren su forma.