EN
<

El fin como principio

Luis Felipe Ortega
En busca del lugar no conquistado
Julio, 1999
Compartir

Para el catálogo: 

En busca del lugar no conquistado.

Ex Teresa Arte Actual.

1999

 

UBICACIÓN, DESPLAZAMIENTO

 

Hoy, que parece inevitable decir desde dónde se habla, no debe resultar extraño que el trabajo que presentra este grupo de artistas de Guadalajara se ocupe demasiado en mostrar sus referentes y en intentar una autoafirmación de sus enunciados visuales. ¿Desde dónde se habla y para quién? La pregunta se desplaza y se detiene en ese cúmulo de objetos, textos, imágenes y sonidos para volver a iniciar desde cero, para dar paso a otras preguntas.  Movimiento necesario.  Los artistas dices desde dónde hablan, dialogan con sus recuersos y dejan ver sus posiciones estéticas: resguardan para mejor momento una ética del arte.  El lugar no conquistado aquí, asomándose desde el arte y para el arte.  Algunas excepciones.  Silencio.

 

Si es verdad que todo acto de exponer(se) convierte al artista hacia una dependencia temporal de su obra, que lo inclina a una posición de desventaja crítica, frente a estas obras no puedo asegurar la necesidad de una interpretación, la búsqueda de un fin estético que esté resguardando cada pieza.  Reitero en la necedad: cada obra – como acción conceptual- ¿intenta una posición con relación a las otras?, ¿conduce sus elementos para colocarse como una obra abierta?  Propongo un camino:  este presente surge de un pasado pero sin nexos claros, tal vez tomando posición en algún símbolo, en alguna convención, pero alejándose de un compromiso que afecte seriamente esa relación; se vuelve contradictrio el presente o, mejor dicho, se hace necesario mostrar nuestras contradicciones.  Se vive en un tiempo y en un espacio que determina, que obliga a mostrarlo, a no escapar a lo que somos.  Aquí, ahora.

 

PRIMER RETORNO

 

Me detengo al centro de la sala de exposiciones después de varios recorridos.  Sobre el piso un rótulo que reproduce una gráfica de juegos infantiles;  enfrente, un corte sobre el piso que reproduce infinitamente la posibilidad de un corte arquitectónico; de lado, un monitor muestra un archivo de imágenes.  No es difícil caminar entre las obras, pero hay que hacerlo con cuidado: de este lado, alcancías con logotipos de direrentes bancos – inútiles pues el fondo está perforado-; acá, una silla con diez metros de altura, luego fotografías del cuerpo –acercamientos, abstracciones-; una caja que pende del techo e invita al visitante a meter la cabeza dentro: hoyo negro para aislarse de todo lo anterior.

 

Paso a la siguiente sala.  Un artista ha viajadao de París a Guadalajara: 13 horas de vuelo.  Sentado en su cómodo asiento hojea las revistas de cortesía.  Luego las recorta y engrapa en forma de tiras.  Labor absurda, innecesaria, pero obligatoria sí hay la intención de lograr un registro del trayecto.  Desaparecen los contenidos de publicidad, de venta, hasta su propio asiento,  libre de impuestos.  Desaparecen los mapas y trayectos de la línea aérea.  Tres rollos como resultado y la leyenda escrita sobre el muro se ofrecen para dar cuenta del despalazamiento.

 

SEGUNDO RETORNO

 

Dice Giorgio Colli:  “El artista no imita nada, no crea nada:  halla algo en el pasado.  Estamos hartos de este mundo de formas, de colores de individuos, nos sentimos oprimidos, desencantados: el arte no se parece a nada de este mundo”.  Sí, se parece al arte y recurre permanenete a sus mecanismos para hcerse ver, para señalar sus recursos, su intencionalidad y luego salta lejos de ahí, va a estrellarse con su propia temporalidad, se obliga a ser otra cosa hasta encontrarse frente al espejo en un acto necesario de contemplación.  Árbol genealógico, diario, proyección de video en circuito cerrado.  Voluntad por situarse y necesidad de pensarse con relación a los otros, ahí donde la obra no es sino una exclamanción de minutos, un tránsito obligatorio de acontencimientos –nulos, reintegrados: puestos nuevamente en circulación.  Se puede hablar de uno mismo y del otro, pero a medio camino entre los dos se impone una relación de fuerzas.  Y quizá en ese espacio surge la obra.  Por ejemlo, Rodrigo Aldana, Diario, 1999. Intento leer de una sola vez el texto que el artista ha creado a lo largo de varios meses.  Es un diario compartido, mensajes enviados vía electrónica.  No se han corregido se suma la rapidez y la instantaneidad del medio.  Doce páginas-pliegos-enmicados dan forma a la obra.  Suspendida a un metro del muro se extiende a la altura de mis ojos.  Habla de sí mismo y de los asuntos cotidianos e intrascendentes.  ¿Me interesa?  La lectura se interrumpe por unas cuantas imágenes de personas en posición de hacerse la foto.   Algunos llevan disfraz.  Entre la obra y el punto donde estoy parado hay un espacio que me resulta interesante,  no solamente porque tengo una posición concreta con la obra –con algún fragmento- sino porque se convierte en un espacio que no hemos pensado y que ahora me interesa.  Al obligarme a permanecer ahí –si deseo hacer toda la lectura-,  me veo accidentalmente reflejado en la obra, de alguna forma me he incluido pero soy consciente aún de que estoy del otro lado.  Se habla en este caso de la cotidianidad, pero en este momento la observo –la recuerdo- como un objeto de contemplación donde Rodrigo Aldana se presenta y se va.

 

LUGAR Y UTOPÍA

 

No resulta fácil la relación lugar-utopía.  Pero creo que hacia eso y no otra cosa se dirige la muestra.   Fin de milenio.  Y un fin enumerado a gritos (de esto, de aquello): desde aquí volvemos a preguntarnos por la posiblidad de la utopía, de aquellos aspectos que premanecerán y serán inherentes al arte del próximo milenio.  Demasiadas refriegas ha vivido el arte del siglo XX para intentar una posición optimista de las cosas, pero sí es posible pensar que, a propósito de la responsabilidad que debe asumir el artista, quizá el desplazamiento de las utopías nos conduzca necesariamente a dos cosas: a una reconfortante ubicación de la subjetividad contemporánea y a una revisión del arte en términos de su posición estratégica de lugar.  Elementos, creo, que deben hacerse visibles y que pueden comenzar a buscarse desde esta exposición.