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Desalojo

Luis Felipe Ortega
Desalojo [catálogo de la exposición de Abraham Cruzvillegas y Pablo Vargas-Lugo]
1992
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De entrada ya estamos saliendo -¿de qué? ¿de dónde?-  de la imposibilidad de acceder de una forma sana y fiel a nuestras percepciones, ideas y/o visiones.  De lo inevitable que resulta mostrar nuestros procesos de interrogación.

Las obras que ahora exponen Abraham y Pablo son, en varios sentidos el resultado de esos procesos.  Aquí, la condición formal de las piezas encuentra algunas respuestas temporales y sólo pueden entenderse por las ideas que ponen en duda.  La superficie plana de la pintura y los objetos que intervienen en las piezas escultóricas, son elementos arbitrarios y cumplen un papel de instrumentos de desalojo.  Por un lado, desalojan la posibilidad de saber el número de significados que se gestan en cada proceso; y por otro, esta construcción de códigos deja ver la expulsión de un número preciso de información que estos artistas tienen y que están descomponiendo para volver a armar sus estructuras de pensamiento.

Ahora: el diálogo que en esta ocasión se establece, al margen siempre de las relaciones con la historia del arte, se encuentra en un eje donde los gestos y las frases coinciden para justificar el ejercicio de sus mitos personales.  Las esculturas y la instalación de Abraham acarician la idea añorada por Artaud de cómo el cuerpo es mente y cómo la mente también es cuerpo; inicio y vuelta a empezar para encontrar la frente metida en medio de ese camino.  En Pablo la misma negación a inventar formas lo lleva a reconfigurar el camuflaje, algo que incluso le permite caer en la cuenta de que sus percepciones o ficciones recrean eso que dice estar ahí, para descomponer su tonalidad y construir una nueva metáfora.  Incidiendo en las formas del camuflaje, Pablo encuentra una sección que le obsesiona y que rescata para no dejar  que escape la imagen, el cuadro posterior.  Las formas de la pintura, como el biombo de la instalación no son una barrera, sino una diferencia de lenguaje.  Los mitos y el empeño por traducirlos permanece.  La creencia en el arte…  Así, la primera aproximación a estas obras no es estética sino teológica.  A las imposibilidades de volver a nombrar las cosas (mentira que arrastramos desde hace mucho tiempo), queda la posibilidad  de desalojar esos mitos, de convertirlos en algo más sencillo.  A la lectura de sus percepciones, a la construcción de cada obra, les sigue una lectura que niega la posibilidad (lectura religiosa) de que el espíritu se mezcle con la crítica y que en el centro de este proceso se despliegue la idea de que no fuimos elegidos para estar aquí y que tampoco lo elegimos.

Pero el desalojo sí puede ser elegido entre las opciones que estas obras incluyen, aún cuando los referentes temáticos y formales remitan a lecturas breves  -simbólicas-  acerca de patologías, astucias perceptivas, preferencias metodológicas y hasta materiales como significativos.  Este es un embargo, un despojo, nos corrieron pero no nos queremos ir.