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Calvino y la defensa del humanismo

Luis Felipe Ortega
La Jornada Semanal, No. 53
17 de junio, 1990
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Italo Calvino, Seis propuestas para el próximo milenio, Ediciones Siruela, Madrid, 1989.

¿Cómo conseguir infinitas relaciones, con una puntual obsesión, por aquello que es, a todas luces, una mutación de racionalismo es, en un primer plano, lo continuo dentro de un marco de referencia que de literario pasa a una posición matemática, luego de abrir preguntas: elegir propuestas. Todo para seguir seduciendo (o violando) las palabras, sin contaminar aquello que para Italo Calvino debe seguir como fundamento de la escritura en el próximo milenio: levedad, rapidez, exactitud, visibilidad, multiplicidad y consistencia.
Su decisión por uno de los contrarios (levedad-peso, rapidez-lentitud…), no es en sí misma un aislamiento, el otro sigue un camino paralelo fuera de los apuntes del italiano; le permite un desplazamiento libre. A cada propuesta de ha dedicado un ensayo, volviendo constantemente a sus autores, a su literatura y la búsqueda de un mundo; del conocimiento,  siempre. Sus recuerdos van muy lejos, consigue la precisión del tiempo en algo que nunca es un arrebato. Busca, sí, un excelente collage a la manera de un escritor que vuelvo a los clásicos: Ovidio, Cavalcanti, Boccacio, Shakespeare, Dante Autores que llegan a solicitud de Calvino, los que son siempre su compañía: no vienen a llenar huecos sino a devolverte aquellos momentos en que aparece un “sueño con inmensas cosmogonía, sagas y epopeyas encerradas en las dimensiones de un epigrama”.
En este sueño, defender el humanismo ante el fin del milenio, que amenaza constantemente con una “peste” del lenguaje, será posible si volvemos una y otra vez a los valores que no deben dejarse perder en la cultura actual. Defendiendo “valores que a muchos parecen obvios”. El humanismo como premisa de seis propuestas sólo puede entenderse frente a otras herencias de Calvino: Borges, Bioy Casares; Mercurio y Vulcano como funciones inseparables y complementarias. 
En exactitud nos dice: “Lo que me interesa con las posibilidades de salvación. La literatura (y quizá sólo la literatura) puede crear anticuerpos que contrasten la expansión de la parte del lenguaje”. Y también las imágenes visuales y las fantasías del artista; las formas y colores; los textos breves y lo bien contado; lo que sólo es silencio para escuchar un buen cuento.
La consecuencia de una preocupación epistemológica es conducida a una realidad de imágenes, cuadros literarios y pinturas; tanto más puede conocerla si consigue descomponer esos lenguajes, tejer interminables redes y llegar a un acto que corresponda a la primera secuencia de imágenes. Pretender un diálogo de recuerdos, asistir a estructuras de análisis desde sus propios recursos.   
Decía Calvino: “La Fantasía del artista es un mundo de potencialidades que ninguna obra que experimentamos al vivir responde a otras formas de orden y de desorden; los estratos de palabras que se acumulan en las páginas como estratos de colores en la tela son, a su vez, otro mundo, también infinito, pero más gobernable, menos refractario a la forma”.
Y entonces llegamos a otras voces: Poe, Baudelaire, Beckett; para continuar con Kafka, Valery, Proust. Para reconocer la lucidez, el análisis y la invención de otros mundo, y los que Calvin elige entre el infinito y lo preciso, en un universo  exacto.
Entre su existencia obra, Calvino nos deja estos ensayos como su última herencia. Nos dice sus preocupaciones literarias; no duda en volver al humanismo,  a valores que le fueron muy caros. Nos deja cerca del próximo milenio y junto a esas bibliotecas-mundo que él habitó.