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Algunas notas sobre la obra reciente de Luis Felipe Ortega

Eduardo Abaroa
Texto de sala para la exhibición Campo de Acción
Marzo, 1997
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Luis Felipe Ortega es uno de los artistas jóvenes que más ha basado su desarrollo en la lectura y análisis de textos teóricos. Él no comenzó su formación como escultor o pintor, sino que se aproximó al arte contemporáneo desde sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Esta formación es muy evidente en todo el cuerpo de obra que ha realizado, cuya sobriedad puede parecer demasiado fría a la sensibilidad plástica aprendida en las escuelas de arte. Tal vez se podría pensar que Luis Felipe está demasiado interesado en que su trabajo tenga un contenido importante. Sin embargo, es muy clara su preocupación por trabajar sobre las características formales del conjunto de ideas que le sirven para codificar una situación específica. En este sentido, es en el que se puede distinguir su obra de aquéllas que, pretendiendo manejar “contenidos teóricos” no hacen sino ilustrar ideas de otras personas.

Para su primera exposición individual, Luis Felipe ha transformado  la totalidad del espacio de Art & Idea en una sala de tránsito y espera. Los medios utilizados son muy variados: encontramos fotografía, instalación, video escultura y una serie de letreros o dibujos en los que se intercalan textos. Estos diferentes elementos no se encuentran aislados entre sí, sino que deliberadamente crean conjuntos híbridos y contrastes, como si hubiera una indecisión permanente por tomar un camino u otro. No obstante, es muy claro que se apunta en todo momento a un solo tipo de experiencia y que ésta se relaciona estrechamente con el momento en que se presenta un disyuntiva.

El título de ka exposición nos da la primera pauta obra descifrar esta obra. Mientras estemos dentro de las instalaciones de Luis Felipe nos encontramos en un campo de acción. Pero, ¿qué acción es la que se está llevando a cabo? La acción de caminar es relacionada desde la primera instalación (Cosas de olvido y lugares de paso) con la acción de leer. Los textos rotulados directamente en la pared podrían ser lo que estamos pensando nosotros mismos al pasear por un espacio cualquiera. Para continuar leyendo tenemos que seguir caminando. El énfasis en la primera instalación se dirige más al hecho de recorrer un espacio que al de contemplar una serie de elementos aislados. Podríamos también simplemente sentarnos a esperar, pero aún así los textos y el entorno provocan en el estado de ánimo un tipo especial de neutralidad. Esta neutralidad aparece por segunda vez en el video Habilitando el espacio (1977), en el que un monitor (cuya función habitual es mostrar cosas extraordinarias o por lo menos interesantes) nos muestra a un individuo que espera, no se sabe qué o a quién en una estación del Metro. Su actitud nerviosa puede contagiarse, y en cierto modo nosotros compartimos su momento de paciencia forzada sólo para encontrar finalmente que el personaje se retira sin explicación alguna. El propósito de presentar o provocar estas acciones no es el de caracterizar al hombre común y corriente (en el caso de que aceptáramos que existe). Para esto tal vez se recurriría a la fotografía costumbrista o antropológica. Me parece que lo importante es tratar de definir, por un lado, el valor simbólico que una colectividad otorga a este tipo de espacios de transición, y por otro, de relacionar esta reflexión con la interpretación, también colectiva, que se hace de un lugar donde se exhibe arte contemporáneo. Luis Felipe también establece un paralelismo entre el anonimato cotidiano en el transporte urbano y la capacidad de comunicación eficaz con un grupo de interlocutores cada vez más heterogéneo, dejando entrever ambos sistemas como estrategias coercitivas de  las sociedades actuales. Uno no debe establecer conversaciones con desconocidos. El placer sensorial debe reducirse al mínimo.

Desde hace varios años, diferentes autores han evaluado las maneras en que la concepción contemporánea del espacio difiere de las otras épocas. La disciplina de la instalación sirve muy eficazmente como un laboratorio en donde esta reflexión puede alimentarse de la experiencia concreta. Otra de las piezas de la muestra es un buen ejemplo de esto. Consiste solamente en un señalamiento sobre el piso: un círculo rojo con la frase “Usted está aquí”. Está puesto en el único lugar desde donde puede percibirse la totalidad de las instalaciones de Art & Idea. El diseño del señalamiento recuerda a aquellos signos que suelen ponerse en los mapas de los lugares públicos para orientar a los visitantes.. Aquí no sólo se hace una aseveración tautológica (el que lo puede leer está irremediablemente en el lugar indicado), sino que refuerza la comprobación de una galería y un mapa. Los mapas sirven siempre a  una finalidad, nos ayudan a  llegar a otro lugar diferente de donde estamos. La crítica en torno al espacio público es radical. Asistimos a ver una exposición con la idea de ver algo, de llegar a una especie de destino. Pero Luis Felipe, la galería, como espacio público, es un espacio negativo, que no es más que un lugar que sirve para llevarnos a otro lugar. De este otro lugar no se puede decir nada.
La instalación Evaluación de los desplazamientos (1997) presenta un segundo aspecto de este mismo problema. Una lámina transparente (una división) ha sido agujerada. Los agujeros tienen una correspondencia numérica y formal con una serie de fotografías circulares colocadas en los lados de la  sala. Estas son imágenes de momentos concretos en diferentes estaciones. En una televisión aparece Luis Felipe caminando a lo largo de una intersección en las vías del tren. Luego hay escenas de las mismas vías desde un vagón en movimiento, pero sólo de aquellas partes en las que se forma una intersección. La representación reiterativa de estas intersecciones puede leerse como un intento de construir un emblema de la voluntad. Entre todas las situaciones posibles, decidimos (queremos) tomar una u otra dirección, pero ahora no es muy difícil hacerlo de acuerdo a una serie de conocimientos o costumbre que nos den la ilusión de verdad o trascendencia. La atención se centra en los momentos concretos más que en una concepción organizada de la totalidad. Las imágenes fotográficas en esta instalación toman el lugar de fragmentos escogidos al azar de un todo indiferenciado y transparente. La elección afirma al sujeto, pero no en su relación con un concepto del ser o la verdad absolutos, sino en el sentido de que este estado transitorio y contingente son su única posibilidad de existencia.
Por toda la exposición se pueden ver muestras del trabajo que Luis Felipe ha producido en su casa. Se trata de unos letreros muy peculiares cuya figura central es un dibujo prehistórico sobre fondo transparente. La mayoría tiene un marco de color rojo. Cada símbolo tiene un texto alusivo, inscrito con letras negras en el marco. A veces forman parte de una instalación y otras se presentan aislados. Estas piezas son quizá el elemento más disonante de la exposición, pero al mismo tiempo ayudan a eludir los esquemas ya clásicos del arte de acción (pienso en la pureza formal de Oppenhein o Nauman, cuyos métodos parecen influir algunas piezas anteriores de Luis Felipe).Estos letreros son integrantes porque remiten a una especie de continuidad mitológica que podría no concordar con algunos de los postulados anteriormente esbozados. Pero esto no es sino una trampa más puesto que al leer uno se da cuenta de la discontinuidad con que son interpretados los dibujos. El arte prehistórico es, sin  duda alguna, una de las manifestaciones más oscuras de la historia del arte. Aquí no hay escrúpulo alguno en arriesgar una interpretación subjetiva de cada uno. La prosa no se detiene casi nunca, como en un paseo más que en una definición o intento de esclarecimiento. El tono varía desde un humor leve a un patetismo estéril. En muchos casos se trata de aniquilar el valor arquetípico del pictograma. En otros se inventa.

El eco de personajes como Foucault o Borges es discernible en muchas de las obras, pero siempre hay una elaboración distinta. En la última sala aparece un montaje fotográfico (La distancia necesaria, 1996) con dos Luis Felipe. Sólo que estos no se quedan a conversar el uno con el otro, sino que uno, sentado en una banca, se dispone a retirarse en el preciso momento en el que llega el otro. Otra vez se enfatiza una disyuntiva, un estado de espera y transición. El personaje no se encuentra consigo mismo después de muchos años como en Borges, sino que se produce un desdoblamiento del mismo instante. Ni cuenta se dan de la existencia del otro.

Puede entenderse como nihilista la interpretación que hace este artista de la situación actual, pero es peculiar que, a pesar del desencanto con respecto a los sistemas de conocimiento, hay una resistencia a sensacionalismos, exageraciones y demás lindezas que suelen abundar en el clima actual. El entusiasmo ante la reciente situación es más que sereno.