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Perseguir al pájaro bufón

Luis Felipe Ortega
La Jornada Semanal, No. 74
11 de noviembre, 1990
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Alain Derbez, Cuentos de la región del Moho, Joaquín Mortiz, México, 1990.

Tan desprovistos como estamos de memoria, la catastrofe urbana arrastra los desastres y consume un pasado de idolatría a la civilización. La destrucción sigue y el simulacro es práctica cotidiana. Impostura o broma, se avanza hacia esas zonas de la muerte; y en los Cuentos de la Región del Polvo y de la Región del Moho las atmósferas violentas, entre constantes  incendios y temblores, forman una visión de desafío para sus habitantes: futuros bustos en el Paseo de las Estatuas. La destrucción en ese registro de constantes sacudimientos y olores boscosos, es otra manera de anunciar el presente desde regiones únicas de salvación: el sueño.
Dedicación póstuma: a Francisco Gabilondo Soler.
En el sacudimiento de ahora, que consume las reservas del humor, la única salvación es un lugar donde “nadie duerme completo desde que se vinieron los incendios otra vez.  Se dormita. Sólo así se deja de saber”.
Sin embargo, no hay tragedia. Polvenses y mohítas se disputan a los héroes y Hesiquio Rivadavia Ezcurra persigue al albatros; forma de acomodar el polvo y acceder a “cosas nada más de moho, de burla y de salitre”. También perseguidor del pájaro bufón, Alain Derbez se niega a dar así como así la razón al almanaque; sabe que afuera se sigue paseando el sueño y pinta a las oportunidades calvas, entonces “para qué rascarle, para qué”.
En medio de la densidad  provocada por el levantamiento de aires grises y tuberías afectadas por los sacudimientos de la tierra, el autor de Los usos de la radio, provoca la fantasía en regiones donde los personajes suscitan la memoria de la ciudad, a veces unos cuantos pasos entre escombros y otras, un angustiante olor a cuerpos quemados.
Como las pilas de agua bendita que sobreviven milagrosamente, las regiones se van poblando de animales, casa y hombres que, próximos al vecino, inician un tiempo de aventura deportiva, periódicos y disputas entre los mohítas de adentro y los de afuera. No  sabemos hasta donde el recuerdo y hasta dónde los tiempos: “Lo que sí es cierto, es que la contaminación nos tornó definitivamente contingentes.