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Los desplazamientos de la mirada

Luis Felipe Ortega
La Jornada Semanal Nueva época, No. 130
8 de diciembre, 1991
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Vicenç Furió, Ideas y formas en la representación pictórica, Editorial Anthropos, Barcelona, 1991.

Para Vicenç Furió como para una parte importante de la historia y la crítica de arte contemporáneo, no es posible limitar la interpretación y el análisis de una obra y su condición formal. Nos bastaría pensar en la producción artística que desde los cincuenta (solo por señalar un tiempo), se ha venido experimentando para señalar las insuficiencias que  la  crítica dirigida al objetivo artístico  tiene.
Ya el artista conceptual Les Levine había discutido en los años setenta con el crítico formalista Robert Hughes las consecuencias que traía para este tipo de análisis y para un mercado del arte la irrupción de obra a la que la sociedad y los coleccionistas no estaban acostumbrados; el descrédito parecía más sencillo que el análisis, las ideas de artista que habían participado en la guerra y la crítica de una sociedad que se apresuraba a consumir y desechar objetos que fueron posiciones que a ciertos críticos les parecían irrelevantes. En aquellos años escribió Les Levine: “El arte sólo triunfa cuando convierte el ritual en conocimiento. Y deja de ser arte cuando desarrolla su propio rito”.
Es necesario considerar también las excepciones de quienes ensayaron importantes trabajos para documentar y llevar a otros espacios de análisis la obra de artistas que resultan necesarios para el arte contemporáneo (Joseph Beuys o Marcel Duchamp, por poner solo dos ejemplos,) y que además dejaron más que claro los grandes huecos que la crítica formal desarrollaba y frecuentaba con la descripción de una obra históricamente descontextualizada y alejada de sus planteamientos políticos. La crítica se ha negado más de una vez ha indagar en el discurso poético y del conocimiento que la obra de arte propone; más de  una vez se ha tomado como un puro regocijo del artista el hecho de que su cuerpo forme parte de la obra, de que él mismo sea la obra; si en su mayoría son los propios artistas quienes llevan a cabo el análisis de las obras: qué están haciendo los historiadores y los críticos para considerar la producción artística mas allá del acontecimiento, de la exposición.
Vicenç Furió (Manresa , Barcelona, 1957), es un  historiador que se ha preocupado por la sociología y la interpretación de la obra de arte. En su libro Ideas y formas en la representación pictórica, hace un intento por discutir y señalar  cuáles son las intenciones de una obra de arte en términos de sus causas históricas, de las interpretaciones que se han dado a determinada pintura y la importancia que cobra lo representado, queriendo ubicar su análisis en las ideas que la pintura contiene. 
No es extraño que para llevar a cabo su tarea, Furió haya elegido a pintores como Velásquez, Rafael, Baugin, Botticelli, Goya, El Greco, Vermeer, Mondrian, Degas y ocasionalmente a Monet, Pollock y Picasso. Partiendo no solamente a realizar una interpretación que él considere la más consistente para las pinturas de estos artistas (más que estudiados), se trata de señalar los límites a los que el análisis formal ha incurrido en el estudio de estas pinturas, de los tropiezos que tiene al realizar y decir casi cualquier cosa por legitimar su interpretación. Furió muestra su descontento y su desaprobación por el tipo de interpretación aislada, por el comentario erudito quien no explica una pintura sino que al enlaza en los términos acostumbrados y aprobados por “cierta” historia del arte. Las extensas citas le sirven a Furió para señalar casi minuciosamente la escasa diferencia entre análisis semiológicos y formales que en ningún momento revelan el significado de la obra sino que se mantiene en una descripción brumosa y reiterativa (líneas, colores, equilibrio, geometría, etc.), lo que el autor señala con bastante acierto.
Sin querer colocar su interpretación de una pintura en un plano netamente social, se hace hincapié en que la obra desborda sus planteamientos formales, que el pintor tuvo intereses específicos para ubicar su contenido de un modo y no de otro, así como el crítico o un espectador no iniciado en la historia del arte aproxima la mirada de manera distinta. Lo que Furió propone es desplazar la mirada del cuadro, conocer las ideas que el cuadro contiene sobre la base de lo que sabemos y lo que vemos, de tal modo que la forma y el contenido no se disocien pues “el arte consiste en dar forma a una idea; por tanto, para que exista como tal es imprescindible que un concepto se materialice en una representación sensible”.
Rudolf Arnheim es un conocido historiador formalista, a quien Furió recurre constantemente para señalar los esquemas de este tipo de escritos, las fuentes que son más familiares al estudio de la forma y las frecuentes interpretaciones que no pasan de un lenguaje envuelto en sus propios agasajos. 
Si la mayor aportación del libro se encuentra en la última parte (“Formas de intención, modos de atención), tal  vez lo único que tendríamos que reprochar a este extenso ensayo de Furió, es que algunos textos(como en el caso de Mondrian), su comentario parece interrumpido. Por el contrario, es en ensayo dedicado a Vermeer donde encontramos la subrayada intención de este crítico por explicar que “la calidad de una obra de arte no reside tanto en lo que representa o significa como en el modo de representar y significar”. Un libro que bien que bien podría ser una crítica al tipo de ensayos y reseñas que los interesados en la producción artística encontramos en suplementos y revistas culturales. De muchos modos: una crítica a la crítica.