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La última ucronía

Luis Felipe Ortega
La Jornada Semanal, No. 43
6 de abril, 1990
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Oscar de la Borbolla, Ucronías, Joaquín Mortiz, México, 1990.

A Efraín Huerta debemos el poema Declaración de Odio a la ciudad de México, y a Salvador Novo sus interminables crónicas citadinas.  Sólo por recordar a dos escritores que no pararon de mostrar su amor a la ciudad.  Ahora la ciudad es tan grande que los cronistas comienzan a delimitar sus territorios.
Este crecimiento ha brindado, entre otras cosas, la posibilidad y la necesidad de crear nuevas secretarías de Estado y licenciaturas universitarias; un gran crucigrama subterráneo y elevado del SCT; visitas guiadas al mecánico y un sinfín de personal que atiende las denuncias de índole interminable.  También desde hace tiempo crece la demanda de una nueva escuela universitaria: La Facultad de la Risa.  El resultado del profundo análisis de necesidades se publicó en la revista Plural y ahora es fiel integrante de Ucronías.  El responsable de la publicación: Oscar de la Borbolla.
Profesor de la UNAM en la cátedra de Ontología, Oscar de la Borbolla nos entrega el tercero de sus libros. Los dos anteriores, Los sótanos de Babel y Las vocales malditas nos habían sorprendido por su fino humor negro y todo el rigor necesario para componer cinco textos utilizando una sóla vocal, cada uno dedicado en rigurosa orden a la a-e-i-o-u. De este autor ha escrito Ignacio Trejo Fuentes:

“Hay quines apuestan 
por una literatura fuera de
toda lógica, por no
llamarle absurda, o
surrealista, o demencial:
Manuel Capetillo, Carlos
Ruiz Mejía, Oscar de la 
Borbolla…”

Después de esos adjetivos. Oscar merece otro: Ucrónico.
Ucronías es el resultado de su trabajo periodístico en Excélsior desde 1985.  Su columna del mismo nombre tiene más adictos de los que se piensa.

Incluidos  quienes no la conocen, recorren el Metro haciendo gala al Manifiesto Ucroníco.  Y si aún le quedan dudas de lo que esta palabra significa, consulte el Manifiesto (p.168) y obtendrá, entre otras cosas:  una explicación precisa (con todo el peso de la epistemología ucraniana) del término, además del método para una sólida formación Ucrónica.
El “humor negro como método de conocimiento”, le permite a este “poeta de banqueta” dar cuenta  de sus andanzas entre semáforo y semefo para consolidar en cada uno de sus relatos, ninguno mayor de tres páginas, la composición precisa para abastecer a la ciudad de una buena dosis surrealista, en estos tiempos en que ya se  organiza el primer Concurso Nacional de Suicidios Novedosos.

La necesidad de un libro tan completo como éste nos deja pocas alternativas de cuestionamiento. La ciudad en un volumen de 54 Ucronías.  Desde luego queda puntualmente aclarado que  ningún niño de los que cantan en el Metro carece de la mejor y más actualizada  mercadotecnia, mirada, imaginación y medida del tiempo que ya comienzan a envidiar los profesionistas en dichas áreas.  Y si digo que es un libro completo es por la siguiente razón: esto que usted lee no sirve de mucho, pues en e libro ya aparece la primera reseña y, claro, una entrevista del autor por el autor.
Para finalizar, una frase del  Manifiestoarriba citado: desertar del mundo y exiliarnos en el territorio de los sueños.  Si usted quiere hacerlo de manera pública, le sugerimos la mayor precaución, la lista de mártires ucrónicos va en aumento y las adhesiones al movimiento le han causado problemas a Oscar, el cartero es su invitado común en el desayuno.