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La posibilidad de hacer un hueco que convoque al eco

Luis Felipe Ortega
Galería Garage
2011
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La palabra ‘posibilidad’ ha estado rondando en mi cabeza por varias semanas, desde que conocí el proyecto Sistemas Artificiales de Alberto Gutiérrez Chong. Quizá, porque permite referirse a algo a manera de sesgo, a manera de mirada de reojo y silencio frente al hecho concreto… hace del ahora un tiempo que -desde el presente- abre camino al tiempo que aun no está pero que, inevitablemente, vendrá. Está incluido en el ahora y sin embargo no sabemos exactamente cómo será o, simplemente, si ha de ser. El tiempo como referente necesario e inmediato a lo que ha de concretarse a través de la materia, de las cosas que nos permiten hacer del mundo un hecho tangible. Desde ahí, me parece, se han colocado enunciados precisos en la obra de Gutiérrez Chong y vuelve a plantearlas ahora desde los lugares, cuartos, esquinas y alturas que propone la galería.

El arte, de muchas maneras, trata de la visibilidad. Ahí, desde ahí, se pueden evocar o convocar estrategias a través de la cuales nos referimos a algo, narramos algo, situamos algo y ese algo no es más que un pretexto para hacer viable la existencia de las cosas, mencionándolas desde un lugar en el que hablar siempre es peligroso. Una paradoja más del terreno del arte. Queremos decir algo, referirnos a algo y ese ‘algo’ no acaba de aparecer o aparece a través de un murmullo. De modo que hay que parar la oreja (Alberto, que es uno de los conocedores y estudiosos más apasionados de Duchamp, sin duda ha pasado más de una temporada reflexionado a propósito del infraleve concepto duchampiano que se refiere a esas cosas que existen, que sabemos que están generadas por nosotros y que simplemente no podemos ver o que vemos o escuchamos o sentimos solamente por un instante, que tienen una vida muy corta y que han de irse a penas han sucedido…. Me levanto de esta silla, dejo ahí el calor de mi cuerpo y a los pocos segundo ese calor ya no está).

De la visibilidad a la no visibilidad. Posición precisa en esta exposición. No venimos a ver sino a experimentar un conjunto de sensaciones y a poner en alerta los sentidos. Gutiérrez Chong propone experiencias sensoriales en el recorrido, propone condiciones de posibilidad (a través de la luz, del sonido, del olor, de la temperatura), que sean capaces de alterar el afuera de la obra con la obra misma a manera de espacio por explorarse, por leerle cuidadosamente desde la no-mirada. Pareciera que aquí se apela a un tipo de ceguera. Arte para ciegos, para quienes creemos que la experiencia artística es la experiencia del ver, observar, recorrer con la mirad un evento visual o plástico. La plasticidad aquí es la de los sentidos que estimulan al cerebro, que va hacia ciertas zonas de la memoria o que han de generar una nueva memoria al cerebro, a la piel, al gusto, al olfato. ¿Poco que ver o nada que ver? ¿Algo qué buscar o algo que nos tiene que encontrar para hacer posible la experiencia? ¿Una no-ejecución sino disposición de los elementos a manera de una partitura que aguarda al intérprete? La música ya está ahí en todo caso, pero ¿ya es?  O ¿será gracias a su lectura o interpretación o al escucha? Quizá todo a la vez. Quizá ninguna de estas cosas. Lo cierto que Alberto Gutiérrez Chong ha dispuesto de todos los elementos necesarios para hacer posible la experiencia del arte. Aquí, efectivamente, todo es artificio. Y como obra, tiene todos los elementos para acceder a la posibilidad del arte (como experiencia vital): trabajo sobre la energía, sobre la pérdida y generación de energía. Reciclaje.

Para que el artificio sea se propone un sistema. Y este sistema es de combinatorias (textos-color, aire-color, aire-luz, sonido-sabor, aire-olor); y es el aire el material más recurrente. El oxígeno como elemento a explorarse, a enfriase, a saturarse de fragancias diseñadas en un laboratorio: alquimia nuevamente. Otra vez la noción de éter, de sustancias que han de encontrarse para dar con uno mismo. Para provocar, para extender sensaciones, para hablar de aquello que no vemos sino que en la suceden experiencia, desde la experiencia (el recuerdo de Jorge Cuesta). Este Sistema Artificial apela al otro, demanda una presencia como parte del proceso químico-orgánico, como lector-actor de un acontecimiento llamado arte (no importa). Tenemos aquí una posibilidad: que el no ver, que el no apelar a una representación o a una narrativa específica convoque al ¿sucede qué? y quizá suceda -en este tiempo y este espacio- como un hueco que convoque al eco producido por el silencio.