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Geometría y paisaje (para P.P.P.)

Luis Felipe Ortega
CaSa
Enero, 2017
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La idea de este proyecto nació de un texto muy breve de Pier Paolo Pasolini. En el cual habla sobre la crisis de las poblaciones rurales, pues éstas se van convirtiendo en centros urbanos. En él, Pasolini habla de la transformación de los campesinos en obreros. A partir de esta idea, hace una alusión a las luciérnagas y su extinción a causa de la transformación del entorno. Pues, desde luego, en ese cambio el paisaje es trastocado; aparecen las grandes construcciones y los centros febriles de trabajo. Como consecuencia lógica, todo comienza a girar en relación a la producción, a los grandes volúmenes y a los tiempos perfectamente condicionados al trabajo.

 

En esa transformación es claro que algo le sucede a la relación que tenemos con el horizonte. Algo le sucede al emplazamiento de la mirada, hay una interrupción y se acorta su recorrido. Desde luego que la escala, el volumen y la masa de los cuerpos que dan forma al entorno se alteran también. Las cosas más ordinarias sufren un cambio y hay una reubicación del punto de vista.

 

Ahora bien, la primera idea de este proyecto era saturar esta antigua nave industrial con un paisaje rocoso. Recolectar y dibujar piedras con grafito para saturar el espacio, generar islas y trayectos para el espectador. Después pensé en hacer la ecuación contraria, generar un gran volumen con el material que más se usaba en esta fábrica: hilo de algodón. Por mucho tiempo el hilo ha sido indispensable en mi trabajo. Al igual que las piedras. Tanto como el grafito. Finalmente, mi idea cambió y decidí restar peso y aumentar el volumen de la pieza, desplazar el cuerpo para lograr secuencias repetitivas que  fueran capaces de detonar diferencias, generar pequeños accidentes... incidir en un paisaje que ya no sucede hacia afuera sino hacia adentro (tanto del espacio como de uno mismo). La idea es que la mirada haga un proceso de inversión, que nos muestre los huecos y fisuras, para que al extender la mirada seamos capaces de ver al otro. 

 

Una vez que la escultura pierde su continuidad, solamente nos queda la discontinuidad, los espacios vacíos, los silencios. Quizá desde ahí, desde esos espacios, podremos vislumbrar el lugar que ocuparon las luciérnagas.

 

Luis Felipe Ortega

Enero del 2017