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Algunos apuntes que quieren ser parte del juego

Luis Felipe Ortega
Enero 2019
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I.

La ciudad. La ciudad como escenario. La ciudad como soporte. Como plataforma permanente del caos. La ciudad como idea. La ciudad como pura presencia mental. Como un mapa que no se acaba de fijar. La ciudad que aparece, pero sobre todo, la ciudad que desaparece. La ciudad presencia. La ciudad como imagen fragmentada. La ciudad como una traza. Un lugar desde donde algo puede mirarse y desde donde nos miramos. Lugar de miradas. Lugar de representaciones. Lugar de ruido. Lugar de silencio. Silencio. Uno, dos, tres, cuatro, cinco pasos… detenerse, girar 180 grados, regresar. La ciudad como lugar de regreso, lugar de alejamiento, lugar donde quedan abiertas las posibilidades de lo que, aquí o allá, podría suceder. Lugar de acontecimientos. Lugar de emplazamiento. Lugar de nudos ciegos. También de esperas. Lugares y no lugares. Heterotopías. Espacios: espacio. ¿Qué sucede si registramos todos nuestros trayectos? ¿Qué tipo de imagen generamos y cómo es que esa imagen nos genera, nos hace visibles, nos deja estar en el espacio, ocuparlo? ¿Soy acaso ese trayecto? No me refiero solamente a estar en ese él, sino ser ese desplazamiento, esa línea, ese dibujo trazado física y mentalmente… ¿Soy ese recorrido-trayecto y ese espacio de saturación? La ciudad como tiempo. Como un aquí y allá que se vinculan para dejar en claro que hay muchos puntos intermedios, muchos giros, muchas maneras de regular esta temporalidad. Estoy aquí desde donde me he retratado, pero ya no estoy, solo permanezco como huella. Un parpadeo. Una transformación en el mapa. Algo para Borges: si no hay una relación lineal entre pasado, presente y futuro de esos trayectos, entonces ¿qué es ese estar ahí? Escapamos de los espacios ordinarios y vamos de un punto de encuentro a otro y, entonces ¿soy esos puntos de encuentro? ¿Cómo se ve afectada mi subjetividad mientras voy de un punto a otro? Si pienso en los recorridos de Paola Dávila en este proyecto titulado Juegos, si es ella quien va de un punto a otro como protagonista de esta historia, entonces quizá debería cambiar la pregunta anterior por ésta: ¿en qué se ve afectada la subjetividad de Paola en estos recorridos, en estos mapas, cómo la construyen?

II.

Pienso en esta serie de piezas (siligrafías, serigrafías, fotografías y el tapete) como un espacio donde se realizan una serie de preguntas que, finalmente –y felizmente-, logran desplazar el puro motivo, la pura reconsideración del tema, de la trama y el argumento. A diferencia de muchos proyectos anteriores de Paola, ahora no se insiste en aclarar que se habla de esto o de aquello (la casa, la prótesis, el paisaje, etc.) sino que se ha desplazado el lugar de la ideas hacia la especificidad de un elemento: la línea como contenedor de todo discurso posible. No la exclusión de la reflexión sobre el medio, sino la conciencia que hay respecto a los lenguajes, soportes y medios (todos matéricos). Tintas, lana, pluma de ganso, pigmentos, papel. Si en un primer momento uno se pregunta ¿qué está sucediendo ahí? más o menos pronto nos damos cuenta de que acontecen una serie de procesos inherentes al pensamiento artístico, a la posibilidad de pensar y hablar desde un lugar específico. Si recorremos cada serie, cada medio, entonces será mucho más claro que cada uno ha tenido su tiempo y su lugar en esta trama, en este proceso que siguió a los trayectos, no que los reemplazó sino que los continuó. Si los primeros recorridos fueron en la ciudad, los siguientes tuvieron otro campo de acción: desde el trabajo en el taller de gráfica hasta los diálogos y acuerdos con el maestro Román Gutiérrez y su familia. Desde la selección de tintes específicos, colores, materiales y maneras de abordar el tejido, hasta el cuidado de la impresión en otras piezas. ¿No resulta extraño que un artista coloque estos términos para hablar de su obra? ¿Cómo avanza de la descripción de una serie de preocupaciones e ideas hacia su materialización? Aquí, la ciudad se convierte en una imagen que no ha de ser representada sino que es asumida en su complejidad de lugar, en su temporalidad, en su imposible fijación como escena, como motivo. Se desplaza naturalmente hacia una abstracción que la contiene y que la despliega para incluir el problema del tiempo y el problema del espacio. Se desplaza para volver a convocar al cuerpo como eje de todo este trabajo. En un primer momento el cuerpo de Paola (y no hay aquí ninguna metáfora) y, posteriormente, el cuerpo del espectador. Tu cuerpo y mi cuerpo que recorren las piezas.

III.

Hace muchos años que conozco el trabajo de Paola. Desde muy temprano estaba el cuerpo, su cuerpo. Luego la casa. Luego el paisaje. Luego el cuerpo y las prótesis. Los objetos. Pero siempre la imagen fotográfica orquestando el conjunto de preocupaciones. Casi siempre se le pensaba en ese medio. Aquí la fotografía tiene una presencia que me resulta clave y significativa. Muestra huellas y rastros de procesos, de materiales. Lo muestra como un close up, lo deja estar en ese punto de abstracción. Luego vemos esos materiales en su despliegue, con toda su escala y su manera de estar en el espacio de esta muestra. Fibras que están en reposo para ser utilizadas muy pronto. 

Paola se acerca, deja que le ubique un foco y dispara. Hay una profundidad en la imagen que me gusta, una profundidad que logra la cámara digital. La línea se desdibuja, el alfiler o clavo se desdibuja, la pluma se desdibuja. Eso me parece muy bien, hacia el fondo sigue estando esa persecución de “los juegos” que abrieron todo este espacio mental, también como un juego y también como una posibilidad de abrir otros espacios que nosotros, los espectadores, podemos ir llenando con nuestra mirada y nuestra experiencia.